jueves, 4 de marzo de 2010

Siete novias para siete hermanos (y II)

Sigo con las “Siete novias”. El número en cuestión del que hablaba en la entrada anterior es el llamado “Baile del granero”. Funciona siempre. Para quien no lo haya visto, aquí está. Se puede ver sin más, y disfrutarlo y comprobar lo absorbente y vital que resulta. Pero si se quiere afinar un poco más se puede poner atención en algunos aspectos que cuento debajo.



En la apertura del número se ve desde el arranque, con la cámara fija, a todos los participantes. Seis hombres del pueblo (de color gris), las seis futuras novias, y los hermanos (seis, que el mayor ya tiene pareja) pretendientes. A partir de ahí asistimos a un juego de conquista. La mayor parte del número está filmado en plano general cercano, de tal manera que se ven a los bailarines de cuerpo entero, y se puede apreciar su habilidad. Y además en la mayor parte de los planos se ve a buena parte del grupo bailando, con lo que se comprueba la evolución de afectos, al tiempo que se disfruta de ver a todo el cuerpo de baile. El espectáculo reside en ver de lo que son capaces de hacer los actores, en comprobar su coordinación, en sentir el impacto visual de los colores, en apreciar la complejidad de las coreografías, en el pulso general que se transmite sin necesidad de artificios de cámara. Sólo en contados momentos el montaje de encuadres tendrá protagonismo, como en los saltos circulares sobre las maderas.
Ahora inserto aquí, para comparar, el Cell Block Tango de la película Chicago. A pesar de la espectacularidad del cuerpo de baile (y de las bailarinas), en muy pocos momentos, y muy brevemente, se puede apreciar el cuerpo completo. Todo el número pivota sobre un montaje excesivamente fragmentado (heredero del video clip, aunque debería ser otro lenguaje). No se puede disfrutar de las evoluciones de cada una de las bailarinas, no se puede disfrutar del grupo entero en un final musicalmente potente. Tiene un gran número de bailarinas, tiene iluminación y un decorado enorme. Y no se utilizan estos medios, sino que se fragmenta el montaje, que en realidad es un recurso destinado, entre otras cosas, a cubrir carencias. Resulta tan fragmentario, que, a pesar de que visual y musicalmente es más actual, la mayor parte de los niños y jóvenes que los vieron, prefirieron repetir el “Baile del granero” (o incluso ver la película completa), que quedarse con Chicago. A ver que os parece a vosotros.



Este tipo de montaje tan excesivo, no obstante, parece haberse puesto de moda. En Nine (no la he visto, hablo por los números que he podido ver por ahí) el número por el que Penelope Cruz está nominada al Oscar resulta irritantemente fragmentario. No se puede apreciar si la actriz es capaz de dar más de tres pasos de baile seguidos en el número; no se sabe si es que en realidad no es capaz de bailar y tiene que cortarse a cada paso, para luego solucionarlo en el montaje. Y el llamado (creo) “Mi Italian”, en donde un numeroso grupo de bailarinas zapatea en el proscenio de un teatro levantando arena, padece el mismo mal que el Cell Block Tango: en muy breves y lejanos planos podemos apreciar la grandeza del grupo completo.
Digo yo que esta será una de las razones de la potencia del efecto Siete novias para siete hermanos.
Lo próximo, la ficha.

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