Previa: Francis Ford Coppola rodó esta peli tras su fracaso comercial de Corazonada (1982), y después de rodar en 1983 dos proyectos de bajo presupuesto, donde demostró su genialidad: Rebeldes y, sobre todo, La ley de la calle.
En el video introductorio de TCM se dice que Robert Evans, el productor, compró los derechos del libro, contrató a Mario Puzo para el guión y después llamó a Francis Ford Coppola para que la dirigiera. Pero en realidad, Cotton Club llegó a manos de Coppola como corrector del guión. Evans llamó a Coppola al comprobar que Mario Puzo andaba bastante perdido con un guión de gangster con demasiada presencia musical. “My baby is sick” cuentan que le dijo. Coppola se ofreció a leer el guión y, durante una semana, corregir lo necesario, sin coste. Pero se fue implicando y Evans se convenció de que Coppola debía dirigir ese guión. Supuso la vuelta de Coppola a la gran producción cinematográfica, y a una vuelta de tuerca más al cine musical. Se construyó el escenario del Cotton Club en estudio y se filmó con película de alta sensibilidad. A pesar de eso el estreno pasó desapercibido, y sólo tiempo después se le ha ido apreciando su valor. Y ya comienza a aparecer en algunas listas. Por ejemplo en esta.
Qué es: Un fresco de una época y de un lugar a través de una compleja pero muy equilibrada mezcla de cine de gangster y cine musical, trufado de melodrama amoroso.
Qué cuenta: La historia del Cotton Club (un local real del Harlem neoyorquino), sustentada en la trayectoria de dos parejas de hermanos, unos blancos y otros negros. Sus relaciones con la música, el cine, los gangsters dan como resultado el retrato de la ciudad de Nueva York en torno a la época de la prohibición, el auge del jazz, la consolidación del cine sonoro, o los problemas del racismo. Todo ello trufado con una esplendida banda sonora y número musicales que se entremezclan con la acción, en muchos casos violenta.
Por qué hay que verla: De entrada, por lo que supone de gran espectáculo, brillante y lujoso; oscuro y superficial. Después, porque es una mezcla perfecta de géneros, de cine negro y musical. Las historias se entremezclan, pero se siguen sin dificultad, haciendo sencilla la complejidad narrativa que encierra. La cámara se mueve libre por todo el Cotton Club, por sus asistentes y entre bambalinas, cruzando los números musicales, sumergiendo al espectador en ese mundo. La ambientación de la película (el color, la fotografía -lograda con celuloide de alta sensibilidad-, la banda sonora, la concepción musical), mueve las situaciones de la irrealidad musical noctámbula a la dureza de los enfrentamientos entre bandas de gangsters. Los actores asumen a la perfección la gran cantidad de fantásticos personajes secundarios, y Richard Gere tiene la oportunidad de lucirse tocando la trompeta y el piano ante la cámara.
Mantiene la concepción de gran espectáculo desde el principio (con unos originales títulos de crédito) al sorprendente final, que se convierte en un número musical espectacular y de primer nivel, con acciones simultáneas que tanto gustan a Coppola. Y está llena de momentos de gran cine.
Si Coppola no hubiera rodado la saga de El padrino, sería recordado quizá por esta película (con permiso de Apocalipsis Now), que junto con Corazonada, comienza ahora a mostrar su influencia posterior.